domingo, 25 de mayo de 2014

LA SANGRE QUE DERRAMÓ LA TIERRA EN 1936 (A. Varela )

NUEVO LIBRO PUBLICADO POR JOSÉ MIGUEL GASTÓN

La sangre que derramó la tierra en 1936

JOSÉ MIGUEL GASTÓN ABORDA EN 'RAÍCES DE LA MASACRE' LA REALIDAD Y EVOLUCIÓN DE LOS COMUNEROS ANTES DE LA GUERRA CIVIL
UN REPORTAJE DE NICOLÁS PÉREZ | FOTOGRAFÍA OSKAR MONTERO - Domingo, 25 de Mayo de 2014 - Actualizado a las 06:06h

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José Miguel Gastón, durante el acto de presentación de su libro.
José Miguel Gastón, durante el acto de presentación de su libro. (OSKAR MONTERO)
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  • José Miguel Gastón, durante el acto de presentación de su libro.
"No pedían, entonces, más que pan, trabajo y libertad; también, un reparto equitativo y lucido de tierra". Así reza la contraportada del nuevo libro de José Miguel Gastón, historiador y profesor del Instituto de Enseñanza Secundaria de Tafalla, titulado Raíces de la masacre. En él, aborda la evolución histórica del movimiento comunero que terminó con el estallido de la Guerra Civil. En concreto, Gastón fija su mirada en la relación entre el conflicto comunero, el aprendizaje político y la represión de Cárcar. En las casi 100 páginas de esta obra, el autor sostiene que los motivos que originaron gran parte de los fusilamientos en el verano de 1936 se debieron a razones económicas más que a disputas o conflictos ideológicos, políticos o religiosos.
Gastón relata que el despojo del comunal se produjo hacia comienzos del siglo XIX con motivo de los sucesivos conflictos militares y, en el caso de Navarra, coincidió con la puesta en marcha de la reforma agraria liberal que acentuó, tanto en la Comunidad Foral como en el resto del Estado Español, las desigualdades en el disfrute del principal factor de producción, que en esos años era la tierra. En el caso de Cárcar, se produjo un despojo de cuatro corralizas que se vendieron, así como numerosas parcelas que se pusieron en venta primero, se roturaron arbitrariamente y, después, se vendieron y se legalizaron como consecuencia de la presión vecinal. Este fue el modelo que imperó en la mitad sur y la zona media de Navarra, donde afloraron formas de protesta organizadas entorno a los comuneros, muy conscientes de la función comunal y que fueron tejiendo una red asociativa. En ella primaba la idea de que el interés individual no tiene que estar reñido con el interés del colectivo.

De este movimiento asociativo surgió un proceso de aprendizaje político, otra de las claves que analiza Gastón. En Cárcar aparecieron asociaciones con unas 200 personas que revisaron el concepto de democracia a nivel formal (creación de partidos, convocatoria de elecciones) e informal (nuevas prácticas de política activa y reivindicativa). En la localidad Navarra surge en 1910 la asociación jornalera de la Unión Democrática "donde se funden los conceptos de jornalero sin tierra y el impulso de qué es la democracia en un mundo en el que está sofocada por el yugo del caciquismo local y comarcal", explica Gastón. Así se suceden distintas congregaciones hasta que en la década de 1930 aparece UGT, CNT, PCE y PNV, entre otros; "todo un abanico de partidos y asociaciones que van enriqueciendo la política de aquellos años", dice el autor, quien constata que los movimientos comuneros eran pacíficos, no violentos, y que no existía motivo para los fusilamientos.
LA MASACRE "Murieron 61 personas fusiladas, de ellos siete eran concejales, de lo diez que componían el ayuntamiento de Cárcar; hubo vejaciones, cortes de pelo, aceite de ricino y represión económica". Así describe Gastón el verano de 193l, quien considera, "una masacre cuya raíz más fecunda se nutre de la tierra". Asegura que la Guerra Civil tuvo una raíz económica ya que en la primavera de 1936 el tema recurrente en el ayuntamiento de esta localidad navarra, y en otros pueblos de la zona media y ribera, fue el de la tierra, las usurpaciones del comunal y lo que fue su recuperación y reparto equitativo de los terrenos.
La tesis de las líneas de Gastón pone los factores económicos como la causa principal de estos fusilamientos, con la tierra como hilo conductor. Al contrario de lo que muchas veces se sostiene: factores políticos, ideológicos o religiosos.
Este es el cuarto libro que escribe Gastón. Los tres anteriores también tuvieron como eje central la tierra, los jornaleros y los comuneros. ConRaíces de la masacre el autor quiere aportar "conocimiento de lo que sucedió en el 36 y, sobre todo, datos para entender lo que no debería haber ocurrido nunca. Hemos dicho en todo momento que el golpe de estado de 1936 no tenía ningún tipo de justificación", dice Gastón; y añade que con él se puede "entender cómo evolucionó la cuestión de la tierra del comunal durante el siglo XIX y durante principios del XX".

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miércoles, 7 de mayo de 2014

miércoles, 30 de abril de 2014

ZAI, DESPOBLADO DE ESTERIBAR " (A. Varela )

ZAI

ZAI, DESPOBLADO DE ESTERIBAR




         Las hiedras se han hecho las dueñas de la iglesia de Zai, en Esteribar. La maleza, las ruinas, el silencio… han tomado ahora el relevo a siglos de presencia humana en este enclave que hoy visitamos. 

         Pasear por Navarra, por cada uno de sus rincones, es algo que debiéramos de ejercitar con mucha más frecuencia. Con toda seguridad que nos sorprenderíamos ante las maravillas que salpican nuestra geografía. Hoy, desde estas líneas, nos vamos a trasladar a un valle especialmente rico en este tipo de rincones mágicos; se trata del valle de Esteribar. Y dentro de este valle vamos a visitar uno de sus núcleos de población más recónditos, seguramente el más recóndito de todos, a donde la modernidad de la carretera nunca llegó. La localidad que hoy visitamos se llama Zay, o Zai (a gusto del lector). “Zai-ko nagusia” reza el letrero que la anuncia.
         Para acceder hasta allí desde Pamplona debemos de tomar la N-135, que es la carretera que va a Francia por Valcarlos. Después de pasar Larrasoaña en el lado derecho de la carretera nace una pequeña carretera local que es la que nos conduce a localidades como Setoain y Errea. Una vez pasado Setoain, y un poco antes de llegar a Errea, en el lado derecho observaremos la presencia de dos pivotes o columnas de cemento, unidas entre si por una rústica valla que corta el paso al camino que allí empieza. En uno de esos pivotes leemos: “Zai-ko nagusia”. A partir de ese momento nos adentraremos por un cuidado camino, entre pinos y quejigos, que nos conduce a este antiguo núcleo de población.


Arquitectura rural


         Lo que ahora encontramos es un pueblo en ruinas, totalmente deshabitado, con una iglesia con sus accesos tapiados y rodeada de maleza, y con unos edificios en ruina total, por los que no es aconsejable ni asomar la cabeza si es que se quiere salvaguardar la integridad física. Queda hecha la advertencia.
         Pero detrás de todas esas ruinas, como siempre sucede, lo que hay es una historia. Allí ha vivido gente durante siglos, y la huella de tantos años de presencia humana está allí, a la vista. La huella son esos edificios, algunos de ellos con cientos de años de antigüedad. Se trata de una iglesia, cuyo titular era San Esteban; se trata de dos soberbios edificios; y se trata de otros pequeños edificios destinados a servicios, como corrales, almacenes, etc.

         Dentro de lo que es la arquitectura rural tengo que reconocer que pocos edificios hay en Navarra con la calidad arquitectónica que exhibe uno de los edificios que todavía quedan en pie en Zai. Su estado de ruina ha dejado al descubierto toda su estructura, y la verdad es que es espectacular. Entra de lleno en la perfección.
         Se trata de un edificio de planta cuadrada, con recios muros. Únicamente se puede aspirar a ver la cuadra desde cualquiera de sus dos accesos, pero para muestra bien vale un botón. La estructura de la casa, cimentada sobre roca, se apoya toda sobre cuatro columnas gruesas. Estas sostienen un curioso entramado de enormes vigas y de enormes zapatas sobre las que se apoyan todos los tabiques del edificio. Tras analizar minuciosamente como está ideada toda esa estructura (ensamblaje de vigas, sistema de zapatas, levantamiento de tabiques, etc.) uno no puede menos que reírse de esa gente, sabios modernos, que creen haber inventado el cubismo, que creen haber inventado lo que ya hace siglos el arte popular dominaba a la perfección, y además sin la maquinaria que hoy se emplea. Pero bueno, esto no deja de ser una reflexión en voz alta, y un pequeño desahogo.

        Sin salirme de este edificio, descubro en él, también, ese curioso sistema de alimentar al ganado desde el pajar. No hay que olvidar que la paja se guardaba arriba, bajo la cubierta, y el ganado estaba en la planta baja. Eso se soluciona abriendo un cajón de madera, de arriba abajo –que en este caso atraviesa dos pisos enteros-, como si fuese el hueco de un ascensor, y así, desde el pajar se alimentaba al ganado sin necesidad de recorrer toda la casa con un costal al hombro. Este sistema, más extendido en la Navarra noroccidental, empieza a escasear en el extenso mapa de la arquitectura rural.
         El otro edificio que hay en Zai conserva intacta su portalada de entrada. Si nadie se la ha llevado, como ha pasado con el resto de portaladas de esta localidad, es porque sobre ella se apoya toda la estructura de una estupenda balconada de madera. No se alcanza a ver la clave del arco de entrada, pero las espirales que asoman sobre el suelo del balcón pertenecientes a las piedras que flanquean la clave, nos hace pensar que esta puede tener algún tipo de dibujo o de escudo; pero está por ver. En el interior de la casa, en la misma entrada, existe un pozo, todavía con agua. Quedan en pie las cuadras, y también lo que pudo ser la bodega. En la parte trasera de esta casa, en su exterior, se aprecia la huella del horno de pan que allí hubo; horno que en su día se hundió y que ahora deja a la vista el hueco de la boca del horno.
         Horno, bodega, cuadras, pajar, huertas, árboles frutales…, no necesitaban más. Estaban preparados para la supervivencia.


Historia


         Por lo demás, sobre ese suelo empedrado de Zai, y entre los muros de esa casa y de esa iglesia, se ha forjado a lo largo de los siglos la pequeña historia de este lugar, que en ningún caso es una historia espectacular, pero que no por ello deja de tener menos valor.
         La Gran Enciclopedia Navarra nos informa de que por lo menos desde comienzos del siglo XIII Zai fue un lugar de señorío, perteneciente a la Colegiata de Roncesvalles. El papa Gregorio IX confirmaba en el año 1228 que la iglesia de esta pequeña localidad de Esteribar pertenecía a Santa María de Roncesvalles. “Las pechas que los once pobladores debían en 1290 a dicha colegiata sumaban 8 sueldos, 5 dineros; más 6 cahíces, 1 robo, 1 cuartal de trigo; y 6 cahíces y medio y 1 cuartal de avena”, dice la Gran EnciclopediaNavarra.
         El lugar era gobernado antiguamente, hasta las reformas de 1835-1845, por el diputado del valle y por un regidor del lugar, elegido por los propios vecinos.
         Por el diccionario de Madoz sabemos que en aquella época de mediados del siglo XIX los campos de Zai producían trigo, avena, y otros granos, que sin duda servían para darle vida al horno de pan. Se habla en ese mismo diccionario de la cría de ganado lanar y caballar, y también de la existencia de una fuente de aguas saludables.
         Por lo demás Zai ha tenido siempre una población y un número de casas más o menos estable, de la que tenemos datos de determinadas fechas como 1290 (11 vecinos), 1366 (3 casas), 1427 (1 casa), 1553 (3 casas), 1646 (2 casas), 1786 (23 vecinos), 1845 (2 casas y 22 vecinos), 1858 (21 vecinos), 1887 (33 vecinos), 1920 (27 vecinos), 1930 (30 vecinos), 1940 (19 vecinos), 1950 (18 vecinos), 1960 (6 vecinos), y 1970 (ningún vecino). Ya sé que son sólo cifras, incluso cifras aburridas para el lector, pero es historia, y no quiero dejar pasar la oportunidad de dejar plasmada esta historia demográfica en las hemerotecas; que es, además, fiel reflejo de lo que han vivido otras muchas localidades navarras, inclusive las de este valle de Esteribar.



        Zai es hoy simplemente una finca para usos agroganaderos. Como núcleo de población ha quedado extinguido desde hace unas décadas. Poco a poco la maleza se va adueñando de la localidad, y los edificios van cediendo a la factura que les pasa el paso de los años, sin nadie que se ocupe de su cuidado. Ya nadie acude a su iglesia, ya nadie celebra con solemnidad aquellas fiestas del primer domingo de octubre dedicadas a la Virgen del Rosario, ya nadie pone vida y sonido en su calle como hacían antes aquellas sagas familiares de los Mezquíriz, de los Azparren… Es cuestión de tiempo, si es que nadie se lanza a recuperar este enclave, para que de Zai tan sólo queden un montón de piedras, sin nadie que le llore, sin memoria. Ojalá no sea así.


 Diario de Noticias, 7 de agosto de 2006
Autor: Fernando Hualde

DESPOBLADO DE RADA "NAVARRA " (A. Varela )

RADA

DESPOBLADO DE RADA
HISTORIA AL DESCUBIERTO

Texto y fotos: Fernando Hualde
("Diario de Noticias", 9 de septiembre de 2012)

Conjunto de cimientos de viviendas en Rada


En plena Ribera de Navarra, entre Mélida y Caparroso, nos sorprenden, en un alto, los restos de un despoblado amurallado que desde 1455 permanece vacío.

Este año, coincidiendo con el quinientos aniversario de la conquista de Navarra, el Gobierno de Navarra puso en marcha hace unos meses la denominada “Ruta de los castillos y fortalezas en Navarra”, con la que se quiere poner en valor, y convertir en destino turístico, a una cuidada selección de 19 castillos, fortalezas o recintos amurallados de nuestro viejo reino. Se trata de una ruta, cuya puesta en marcha, ha puesto de manifiesto que teníamos en nuestra tierra un recurso de primera categoría, al que nos faltaba darle el empujón que ahora se le ha dado.
Dentro de esta ruta hay cuatro itinerarios bien definidos: la zona de los Pirineos, la cuenca de Pamplona, la Zona media, y la Ribera. Y hoy, desde esta sección, vamos a dirigir nuestra atención a una de estas fortalezas a la que las excavaciones arqueológicas han convertido en un museo al aire libre. Estamos hablando del despoblado de Rada y de su recinto amurallado, que es uno de los destinos turísticos que promociona la mencionada ruta.

Planta rectangular de una vivienda

Cuatro calles

Rada está ubicado en ese cuarto itinerario, el de la Ribera de Navarra; entre Caparroso y Mélida, sobre un meandro del río Aragón. Y quien se acerque allí debe de hacerlo dotado de la sensibilidad suficiente para percibir todo lo que esas piedras no están enseñando y transmitiendo. Porque esos restos que allí se muestran son un verdadero libro de historia.
Lo primero que hay que saber es que dentro de ese recinto amurallado lo que hay es una localidad, de origen medieval, que quedó despoblada en el año 1455. Desde entonces nadie ha vivido allí, con todo lo que ello implica. Y lo que ahora se ve son, en buena medida, los restos que han quedado al descubierto tras las excavaciones arqueológicas de los últimos años. Para ser exactos, lo que vamos a encontrar en la cima de esecabezo de 431 metros de altura, es un hermoso lienzo de muralla de cien metros de longitud por ocho de altura, un torreón de planta circular, la cuadrícula medieval del trazado de sus cuatro calles, la planta de unas 25 viviendas, la necrópolis, el aljibe, y la iglesia románica de San Nicolás; todo ello sobre una superficie de 12.500 metros cuadrados. Es precisamente este último edificio, y uno de los lienzos de muralla, lo único que desde que Rada quedó despoblado se ha mantenido en pie.
Necrópolis
Todo parece indicar que la calle sobre la que se articula este antiguo núcleo de población es la Calle de la Ermita, que atraviesa longitudinalmente, y por su parte central, el poblado. Es por esta vía por la que se entra a Rada; en ella está, entre otros puntos de interés, la casa del Tenente, la iglesia de San Nicolás, y la necrópolis. Dicho de otra manera, laCalle de la Ermita es la que une la puerta de entrada al recinto con la torre, o donjón. Hasta esta calle llegan otras tres, mucho más pequeñas. Entendemos que la denominación de ermita alude directamente a la iglesia de San Nicolás.
Las excavaciones han permitido sacar a la luz las plantas de unas veinticinco viviendas, con muros de mampostería, en las que se calcula que vivían unas 125 personas. Cuando nos pongamos delante de cualquiera de ellas es importante dejar volar la imaginación para poder entender cómo era en 1455 el interior de aquellas casas. Esa pequeña columna que se ve en el suelo tenía entonces una altura cercana a los dos metros; sobre la columna iba una amplia zapata de madera, y sobre esta apoyaba todo el entramado del suelo de madera de la planta superior, que habitualmente servía de dormitorio. De la planta baja al piso superior se accedía a través de una escalera, también de mampostería, tal y como se puede llegar a apreciar en algunas de las viviendas, teniendo siempre en cuenta que lo que ha sobrevivido es el primer metro de altura.
Obsérvese que el suelo de la planta baja era el natural, rocoso en buena medida, sobre el que entonces echaban una capa de tierra y hierba para hacerlo más cómodo y mucho más limpio. Y, por otro lado, las excavaciones permitieron aventurar que la cubierta de estas casas estaba formada a base de un entramado de vigas de madera y de tejas.

La iglesia de San Nicolás vista desde la calle de la Ermita

Iglesia de San Nicolás

A modo de curiosidad diremos que a la antigua ermita le ha pasado exactamente lo contrario que a decenas de iglesias de despoblados navarros, que tras perder su entorno de viviendas, han bajado de categoría, pasando de iglesia a ermita. Sin embargo la de Rada ha vivido un proceso inverso; ha pasado de ermita a iglesia. No pasa de ser una cosa curiosa.
En cualquier caso, sea ermita, sea iglesia, estamos ante un templo románico, que exteriormente se caracteriza por su espadaña y por la ausencia de contrafuertes. En su interior nave única de tres tramos rectangulares, rematada con un ábside semicircular; a esta se añade otra nave adosada al lado norte, de altura inferior a la primera, y rematada en esta ocasión por un ábside plano. La rehabilitación de este templo pasó por desmontarlo piedra a piedra, para reedificarlo de nuevo.
Guerrero de la época
Dentro del templo podemos encontrar algunos pendones de tela que recrean a otros de la época, con sus armas correspondientes; podemos encontrar también algunos maniquís humanos que, con gran realismo, nos aproximan a lo que entonces pudieron ser guerreros y maceros; y además de varios paneles explicativos, nos espera una vitrina cuyo interior aloja una selección de las muchas piezas que han ido apareciendo en las excavaciones.
Esta vitrina nos conecta, instintivamente, con la necrópolis anexa a la iglesia, en la que se han recreado cuatro sepulturas; en ese emplazamiento se recuperaron varias estelas funerarias, así como restos óseos de un total de 79 personas –entre ellas 35 niños-. Igualmente, tal y como se puede ver en la mencionada vitrina, durante las excavaciones arqueológicas se han encontrado abundantes restos cerámicos (cántaros, ollas, jarras, escudillas, etc.), armas, hebillas, pendientes, calzado de cuero, y otros muchos elementos.

Lienzo norte de la muralla

Recinto amurallado

Lo que exteriormente se ve de Rada desde los alrededores es un recinto amurallado, que lo hacía casi inexpugnable. Conforme se accede con el coche se puede apreciar que la ladera está repleta de piedras, procedentes todas ellas de lo que un día fue muralla.
Tan solo en el lado norte es donde ha sobrevivido un importante lienzo de muralla, que es el que nos permite intuir cómo era el resto de ese recinto fortificado, y en el que está el arco de acceso. Muy cerca de la puerta de entrada, en el interior, se conservan dos defensas cuadradas, abiertas por detrás y que, tal y como puede verse en los dibujos allí expuestos, a lo largo de sus ocho metros de altura albergaban tres pisos de altura, con suelos de madera, desde los que se atendía la defensa a través de las estrechas saeteras.
Y en el extremo opuesto sobrevive la base deldonjón, una torre circular con un diámetro externo de 8’5 metros, y que pudo tener unos 15 metros de altura, duplicando casi la altura de la muralla. Evidentemente estamos ante el elemento más vistoso de este espacio. Hay quien apunta que este torreón puede ser de origen árabe. Más claro parece que se trate de un punto de vigilancia, dotado lógicamente de funciones defensivas.

Torreón circular

Historia

Sabemos de este viejo poblado que existía ya en el siglo XI; los documentos así lo atestiguan. Es esa ubicación tan próxima al reino de Aragón la que hace que Rada esté predestinado a ejercer una función defensiva. Del linaje de los Rada pasó al de los Mauleón.
El rey Juan II, casado con doña Blanca (hija de Carlos III), se enfrentó a su propio hijo (Carlos, Príncipe de Viana), ambicionando para sí la sucesión de la corona que ostentaba doña Blanca. Se inició así una cruenta guerra civil con dos bandos bien diferenciados. Por un lado estaban los partidarios de Juan II (agramonteses), y por el otro los de su hijo Carlos (beaumonteses). Fueron estos últimos los que se adueñaron de la fortaleza de Rada, acaudillados por Charles de Mauleón; y esto, a su vez, se tradujo en que en 1455 mosén Martín de Peralta, al frente de las tropas agramontesas, sitió el lugar de Rada, consiguiendo finalmente penetrar en su interior, y destruir este recinto fortificado.
Es así como en 1455 queda Rada definitivamente despoblado. Y algo más de cinco siglos después, en 1981, Luis de Silva, duque Miranda, y último propietario de este enclave, hace donación al Gobierno de Navarra de este solar. Por último, es a partir de 1984, cuando un grupo de arqueólogos, con Inés Tabar al frente, inicia una minuciosa tarea de excavación arqueológica del interior del recinto amurallado, que es la que permitió en noviembre de 1999 inaugurar uno de los mejores museos, al aire libre, en los que, entre piedras, puede leerse una parte importante de la historia de Navarra; tan importante como triste.

Rada nos invita hoy a acercarnos, a pasear entre sus restos, a interpretar lo que las piedras nos ayudan ya a intuir. Es un enclave emblemático, una atalaya privilegiada de la que se puede disfrutar aún cuando no hubiese ni una sola piedra. Pero allí, en la cima de esecabezo, hay paisaje, hay historia, hay arquitectura. Es un lugar para sentir.